Brasil
Como en otros países de América Latina, la legislación minera en Brasil ha tendido a flexibilizarse y a disminuir el poder del Estado en los procedimientos que definen, en cierta medida, la reglamentación de los procesos ambientales.
La Agencia Nacional de Minería (ANM) lanzó en mayo de 2020 el Plan Lavra, que busca una modernización que disminuirá la capacidad de control de la ANM sobre lo que hacen las empresas mineras (Chammas et al., 2020). En este camino también se contempla un ajuste de la reglamentación de los procesos ambientales de la minería con el objetivo de simplificarla, para esta labor la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha ofrecido su ayuda sin ningún costo. Lo anterior da muestra de una transformación en marcha que dilata la agencia estatal para quedarse con labores más administrativas y de supervisión. Esto vaticina el fortalecimiento de la comunicación con empresas y entes privados y el desconocimiento de las organizaciones sociales en relación con la toma de decisiones sobre sus territorios. Vale la pena resaltar que ya hay en curso propuestas de flexibilización normativa que afectarían la autonomía de las comunidades indígenas, lo que preocupa también porque estas son áreas de protección y de interés cultural, ecológico y social.
En contraste con la intención del Gobierno brasileño de disminuir su intervención en proyectos mineros, se registraron 489 conflictos por el agua en Brasil en el año 2019, donde el 39 % fueron causados por la minería (Chammas et al., 2020). Las comunidades y organizaciones sociales siguen resistiendo a la avanzada extractivista que ha visto en la pandemia una oportunidad para seguir trabajando y ampliando sus proyectos.
Ante este panorama, resulta importante resaltar la fuerza de la articulación, el impulso de las juntas de mujeres para que su rol sea cada vez más fuerte y que, de la mano con compañeros, puedan ir robusteciendo las propuestas de poder popular que se van construyendo desde cada territorio. El cuidado de las aguas es fundamental, y allí también el conocimiento y la memoria de las mujeres para liderar su gestión a fin de que sean aguas que fluyan hacia las autonomías, que sanen y que mantengan fresca la movilización social.